Historia de Erwin Goering [Sr.Evo]
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Historia de Erwin Goering [Sr.Evo]
Nací en un pueblo de mala muerte a las afueras de Múnich, al sur de Alemania. Vivía con mi padre, mi madre, mi hermana mayor y mi hermano gemelo. Era lo que podríamos decir, una familia humilde, pobre, con muchas bocas que alimentar. Pero por suerte o por desgracia, era un buen estudiante, y digo lo de desgracia por los clásicos comentarios que dicen sobre ti cuando sacas buenas notas...
- ¡Ei listillo!
- ¡Empollón, a ver si te sabes esta!
... y recibir unos cuantos mamporros. Pero eso no me preocupaba, ya que sabía que de mayor serían unos fracasados por no saber ni sumar uno mas uno.
Cuando llegué a la adolescencia, un día de 1914, una escalofriante noticia apareció en el famoso periódico Die Stone, en letras grandes y en portada: "Muere el archiduque Francisco Fernando de Austria. Alemania y Austria-Hungría entran en guerra con Serbia". Al parecer, un joven estudiante serbio había sido el que mató a aquel hombre, y por el título que se le asignaba, debía ser alguien importante. Pero lo malo empezó terminado el año. Ya se habían unido a la guerra más de 20 países, y todos en nuestra contra. Sólo teníamos el apoyo de Austria-Hungría, Bulgaria y lo que hoy llamaríamos Turquía. Llegado 1918, con la entrada de los Estados Unidos de América en el conflicto, sucios metomentodos, cómo no, al bando contrario, perdimos la guerra. Ahora sí que éramos pobres. No pudimos hacer otra cosa que mudarnos hasta Berlín, el único lugar donde podríamos sacar algo de dinero, ya que al ser la capital, por allí se mueve mucho.
Y llegamos a Berlín. Destruído, en mal estado, pero no tanto como Múnich cuando pasamos por su lado mientras veníamos hacia aquí. Sin más remedio, tuve que seguir estudiando en una escuela decrépita, con otros niños pobres como yo. Pero al fin, pasados unos años, Alemania se fue recuperando, mi padre consiguió un nuevo trabajo y pudimos empezar a vivir medianamente bien. Sin embargo, tal y como estaban las cosas, sólo uno de nosotros podría ir a la universidad a estudiar. Sí, ese fui yo. Mi hermana acabaría como todas las mujeres en aquella época machista, limpiando platos y sin otra cosa que hacer, y mi hermano, de una nota media de un 5, se alistó en el ejército.
Unos años más tarde, terminé mi carrera de Derecho. Sí, decidí estudiar Derecho, para ayudar a mi país en la política y en su recuperación. Escuché algo sobre un nuevo partido político que parecía estar creciendo bastante rápido. Se hacía llamar Partido Nacional Obrero Alemán, aunque también lo llamaban Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores. Sí, nacionalista y socialista en una sola palabra, me extrañó bastante. Tenían una curiosa imagen para representarse, era una cruz negra dentro de un círculo blanco, en un fondo rojo. Se hacía llamar cruz esvástica, y al parecer la hizo a mano el nuevo presidente del partido, un tal Adolf. Decidí afiliarme al partido, que parecía tener un gran futuro. Y así fue. Subíamos como la espuma, y si quería tener algo en el futuro, debería esforzarme. Trabajé y trabajé durante días, semanas, meses, años... hasta que recibí una llamada del mismísimo presidente del partido. Acudí a su llamada. Me propuso como representante en las elecciones presidenciales de Alemania. En ese momento veía todo bien, me encontraba feliz, había logrado al fin lo que todo el mundo ansiaba para el bien de Alemania, ser un candidato a las elecciones. Todavía faltaban tres años, por lo que me puse a trabajar a lo máximo. Todo fue bien durante ese período, menos la muerte de mi padre a causa de una trombosis cerebral. De la alegría absoluta, pasé directamente al desánimo y desmotivación más alto. Pero eso no podía frenar todo lo que había hecho.
Llegó el día de las elecciones, habíamos trabajado mucho durante estos últimos meses en nuestra campaña política. Funcionó. Me proclamé presidente de la República Alemana de Weimar. Pero pasadas unas pocas semanas, el presidente de mi partido, Adolf, me pidió una reunión con él. Quería que, ahora que tenía la confianza del pueblo, me diese el poder absoluto a mí mismo, como un autogolpe de Estado a mi propio Gobierno. Me dijo el propio Hitler, "el pueblo se cree todo lo que dicen los carteles, no podemos dejar que para las próximas elecciones escojan a un cualquiera como presidente. Proclámate Führer de Alemania". Führer era el rango que tenía asignado él en el partido, y al principio no me gustaba la idea de usarlo para el mío en el país, pero así lo hice. Hice un discurso oficial, donde me proclamé Führer de Alemania. Nadie se quejó, las SA y las SS, nuestras fuerzas militares personales, estaban a nuestro favor, y no tuvimos el mínimo problema para hacernos con el poder absoluto del país. Ya no era la República Alemana de Weimar. Ahora pasó a llamarse Imperio Alemán. El propio Hitler lo denominaba como el III Reich. Reich, de Imperio, pues tercer imperio. Consideraba al Sacro Imperio Romano Germánico como el primero, y al Imperio de Guillermo I, Federico III y Guillermo II, el segundo. Ahora que tenía el poder, mi equipo y yo pudimos empezar a reformar el país para mejorarlo. Logramos anexionar Austria a nosotros. Éramos ahora el país más fuerte de Europa, teníamos un poder incalculable, imposible de igualar por ninguno de los países del viejo continente. Ni el mismísimo Reino Unido, sin ayuda de ninguna nación, podría con nosotros. En Italia también había surgido un movimiento parecido a nuestro nacionalsocialismo, su dirigente, Benito Mussolini, lo hacía llamar Fascismo. Nos aliamos, y entonces sí que éramos invencibles. ¿Y qué hacer con tanto poder en nuestras manos? ¿con tantos soldados deseosos de ver a Alemania nuevamente grande y fuerte? Por orden propia, ordené el ataque directo a Polonia, Francia, Bélgica, Luxemburgo y Holanda. Lo conseguimos todo, pero entonces, llegó lo difícil...
- ¡Ei listillo!
- ¡Empollón, a ver si te sabes esta!
... y recibir unos cuantos mamporros. Pero eso no me preocupaba, ya que sabía que de mayor serían unos fracasados por no saber ni sumar uno mas uno.
Cuando llegué a la adolescencia, un día de 1914, una escalofriante noticia apareció en el famoso periódico Die Stone, en letras grandes y en portada: "Muere el archiduque Francisco Fernando de Austria. Alemania y Austria-Hungría entran en guerra con Serbia". Al parecer, un joven estudiante serbio había sido el que mató a aquel hombre, y por el título que se le asignaba, debía ser alguien importante. Pero lo malo empezó terminado el año. Ya se habían unido a la guerra más de 20 países, y todos en nuestra contra. Sólo teníamos el apoyo de Austria-Hungría, Bulgaria y lo que hoy llamaríamos Turquía. Llegado 1918, con la entrada de los Estados Unidos de América en el conflicto, sucios metomentodos, cómo no, al bando contrario, perdimos la guerra. Ahora sí que éramos pobres. No pudimos hacer otra cosa que mudarnos hasta Berlín, el único lugar donde podríamos sacar algo de dinero, ya que al ser la capital, por allí se mueve mucho.
Y llegamos a Berlín. Destruído, en mal estado, pero no tanto como Múnich cuando pasamos por su lado mientras veníamos hacia aquí. Sin más remedio, tuve que seguir estudiando en una escuela decrépita, con otros niños pobres como yo. Pero al fin, pasados unos años, Alemania se fue recuperando, mi padre consiguió un nuevo trabajo y pudimos empezar a vivir medianamente bien. Sin embargo, tal y como estaban las cosas, sólo uno de nosotros podría ir a la universidad a estudiar. Sí, ese fui yo. Mi hermana acabaría como todas las mujeres en aquella época machista, limpiando platos y sin otra cosa que hacer, y mi hermano, de una nota media de un 5, se alistó en el ejército.
Unos años más tarde, terminé mi carrera de Derecho. Sí, decidí estudiar Derecho, para ayudar a mi país en la política y en su recuperación. Escuché algo sobre un nuevo partido político que parecía estar creciendo bastante rápido. Se hacía llamar Partido Nacional Obrero Alemán, aunque también lo llamaban Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores. Sí, nacionalista y socialista en una sola palabra, me extrañó bastante. Tenían una curiosa imagen para representarse, era una cruz negra dentro de un círculo blanco, en un fondo rojo. Se hacía llamar cruz esvástica, y al parecer la hizo a mano el nuevo presidente del partido, un tal Adolf. Decidí afiliarme al partido, que parecía tener un gran futuro. Y así fue. Subíamos como la espuma, y si quería tener algo en el futuro, debería esforzarme. Trabajé y trabajé durante días, semanas, meses, años... hasta que recibí una llamada del mismísimo presidente del partido. Acudí a su llamada. Me propuso como representante en las elecciones presidenciales de Alemania. En ese momento veía todo bien, me encontraba feliz, había logrado al fin lo que todo el mundo ansiaba para el bien de Alemania, ser un candidato a las elecciones. Todavía faltaban tres años, por lo que me puse a trabajar a lo máximo. Todo fue bien durante ese período, menos la muerte de mi padre a causa de una trombosis cerebral. De la alegría absoluta, pasé directamente al desánimo y desmotivación más alto. Pero eso no podía frenar todo lo que había hecho.
Llegó el día de las elecciones, habíamos trabajado mucho durante estos últimos meses en nuestra campaña política. Funcionó. Me proclamé presidente de la República Alemana de Weimar. Pero pasadas unas pocas semanas, el presidente de mi partido, Adolf, me pidió una reunión con él. Quería que, ahora que tenía la confianza del pueblo, me diese el poder absoluto a mí mismo, como un autogolpe de Estado a mi propio Gobierno. Me dijo el propio Hitler, "el pueblo se cree todo lo que dicen los carteles, no podemos dejar que para las próximas elecciones escojan a un cualquiera como presidente. Proclámate Führer de Alemania". Führer era el rango que tenía asignado él en el partido, y al principio no me gustaba la idea de usarlo para el mío en el país, pero así lo hice. Hice un discurso oficial, donde me proclamé Führer de Alemania. Nadie se quejó, las SA y las SS, nuestras fuerzas militares personales, estaban a nuestro favor, y no tuvimos el mínimo problema para hacernos con el poder absoluto del país. Ya no era la República Alemana de Weimar. Ahora pasó a llamarse Imperio Alemán. El propio Hitler lo denominaba como el III Reich. Reich, de Imperio, pues tercer imperio. Consideraba al Sacro Imperio Romano Germánico como el primero, y al Imperio de Guillermo I, Federico III y Guillermo II, el segundo. Ahora que tenía el poder, mi equipo y yo pudimos empezar a reformar el país para mejorarlo. Logramos anexionar Austria a nosotros. Éramos ahora el país más fuerte de Europa, teníamos un poder incalculable, imposible de igualar por ninguno de los países del viejo continente. Ni el mismísimo Reino Unido, sin ayuda de ninguna nación, podría con nosotros. En Italia también había surgido un movimiento parecido a nuestro nacionalsocialismo, su dirigente, Benito Mussolini, lo hacía llamar Fascismo. Nos aliamos, y entonces sí que éramos invencibles. ¿Y qué hacer con tanto poder en nuestras manos? ¿con tantos soldados deseosos de ver a Alemania nuevamente grande y fuerte? Por orden propia, ordené el ataque directo a Polonia, Francia, Bélgica, Luxemburgo y Holanda. Lo conseguimos todo, pero entonces, llegó lo difícil...
Re: Historia de Erwin Goering [Sr.Evo]
Muy bueno man, entonces tu no serás Hitler sino Erwin Goering?
Re: Historia de Erwin Goering [Sr.Evo]
Buena Historia Evo , Felicitaciones.
Rafa-Militar- Novato
- Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 19/04/2011
Re: Historia de Erwin Goering [Sr.Evo]
Evo , sus historia siempre me emocionan y me atrapan aunque sea un foro de Mw y de Habbo usted es un gran Historiador y Narrador , Mucha creatividad , lo felicito.
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Alemán
Deutschland, einem Land , wo die nationalsozialistische Macht SENDEN!
Carlos Gadfgo! Quartiermeister Hessen 2011!
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Alemán
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